“Es increíble y vergonzoso que ni predicadores ni moralistas no eleven más su voz contra la bárbara costumbre de asesinar animales y además comérselos. Cierto es que ese atroz baño de sangre que tiene lugar ininterrumpidamente en los mataderos y cocinas, ya no nos parece un mal. Por el contrario, consideramos estas atrocidades, que a menudo resultan pestilentes, como una bendición del Señor y le damos las gracias en nuestras oraciones por nuestros asesinatos. ¿Puede haber acaso algo más repugnante que alimentarse contínuamente de carne de cadáveres?”
“La caza es uno de los medios más seguros para matar los sentimientos de los hombres para con los semejantes”.