“Fragmento del diario de N. S. Rubachof:
Los monos, altamente civilizados, se lanzaban graciosamente de rama en rama; el hombre de Neanderthal era torpe e inclinado hacia la tierra. Los monos, satisfechos y apacibles, vivían en una atmósfera de refinados juegos, o se buscaban sus pulgas con recogimiento filosófico; el Neanderthal iba por el mundo con pesadas zancadas, dando golpes de maza a su alrededor. Irónicos, los monos se divertían mirándole desde lo alto de la copa de los árboles y arrojándole nueces.
Algunas veces se estremecían de horror. Ellos comían con pulcritud y delicadeza frutos y plantas suculentas; el Neanderthal devoraba carne cruda, mataba animales y a sus semejantes. Derribaba los árboles que siempre habían
estado allí, desplazaba las rocas de su posición inmemorial, transgredía todas las leyes y todas las tradiciones de
la jungla. Era grosero, cruel, desprovisto de toda dignidad animal… desde el punto de vista de los monos cultivados, y representaba un bárbaro retroceso de la historia. Algunos chimpancés que aún viven, levantan siempre la cabeza con aire despectivo al ver a un ser humano…”
El cero y el infinito